Es inmensamente rico, plástica y conceptualmente hablando (o escribiendo, ahora), y también debe serlo monetariamente ya que sus obras valen un colló de mico. Necesitaríamos veinte o treinta como él cada siglo, para que esta nuestra querida “civilización”, tan grande y tan imbécil a la vez, pueda superar algún día sus complejos con el arte, su sociedad (o suciedad) y su entorno. Kiefer coloca la mística, la historia, el propio horror “de y en” la historia, al propio hecho de pintar y conocer, a la altura de una religión, para convertirnos nosotros mismo en nuestros propios dioses, respetando o cuando menos soportando nuestros defectos y proezas a la vez, envolviéndonos sus obras como un espejo entre nuestras narices...
Ha sido, y es, padre de otros pintores. Como Barceló. Sin tanta pompa y platillos (?), un solo cuadro de Kiefer hubiera eclipsado la parafernalia estructural, compositiva, conceptual y sin tanto permiso-opinión obispal además, del montaje cerámico, recientemente inaugurado en la catedral de Mallorca (ante y por la monarquía borbónica, además).
Un cuadro de Kiefer como por ejemplo La jerarquía de los ángeles, del 2000 (óleo, emulsión, acrílico, goma-laca y telas de lino sobre lienzo), de unas medidas 950x-510 cm. que permiten además de una buena vista, transportar un verdadero paisaje interior y de observatorio eterno al abismo infinito... Y como desarrollo estético si se requiriera para llenar (o rellenar) conciencias místicas de cualquier hijo de vecino episcopal, municipal, real, militar, liberal o conservador... Yo preferiría a cualquier hijo de vecino payés o proletario, por ejemplo. Se acercaría más a la esencia de un trabajador plástico como Kiefer, que pinta o construye-reconstruye sus obras, quizás como Miró, como verdaderos labradores de la tierra, del concepto, de la metafísica, del traspasar materias con pinceles-espada o de la realidad escondida de nuestros sueños, ilusiones, paisajes de la memoria... De nuestras verdades y mentiras...