Atmósferas

0 comentaris
Hace pocos días ví (extasiado quiero volver pronto a verla), la última película de David Lynch, titulada por casualidad según él (o no...) Inland Empire. Su cine gustará o no, pero nunca deja indiferente, obteniendo por ello extremos amantes y extremos detractores. Yo estoy entre los primeros desde que ví Blue Velvet. En su penúltima ya volví a definir como muy alto el listón puesto por el creador de Twin Piks (Ojalá alguno de los centenares de canales televisivos que nos invaden se digne alguno a volver a reponer dicha serie, inalcanzable o no vista incluso para la infinidad de imitadores que no han llegado ni a la suela...).

En Inland Empire nos tiene tres horas, ¡tres!, con todos los sentidos a flor de piel. Es un viaje estremo, en éxtasis constante y premeditado, como casi siempre. Tanto el concepto, como las imágenes y el desarrollo de todo, de TODO, nos tienen con el corazón, la mente, nuestros propios y ajenos miedos, nuestros deseos y búsqueda innata de la sinrazón a punto de estallar. Pude observar, con tonto goce y después de muchos años después, concretamente con la peli de Greenaway: The cook, the thief, his wife and her lover, como se levantaban algunos espectadores para no volver. Señal de que en estos creadores de cine auténticos (y polémicos, porqué no...) se roza una la delgada línea: No sólo del absurdo o de cruce con el mundo onírico que cada día nos visita en nuestros sueños o aparentes realidades paralelas, sino que se roza el fráfil sentido de otra realidad familiar, compartida, alejada y cercana a la vez... Otro mundo intuído, no del todo por conocer, pero oscuro, escondido en alguna parcela de nuestra mente, cerebro que no para de construir realidades frágiles que acechan y en cualquier descuido entran en nuestras esferas cotidianas... Acaso hace relativamte poco tiempo no nos hemos dado cuenta todavía que proliferan palabras e imágnes inconexas pero resbalando por las vías de la conciencia colectiva. Pequeños mundos con personajes algo familiares grafiados en muñecos animales-pinochos-payasos-conejos... Como los de Lynch. Cabezas de conejos en cuerpos humanos (?) que escenifican, acompañan y cuestionan nuestra cotidianidad....

Mención aparte los excelentes trabajos de interpretación de Laura Dern y Jeremy Irons, y de todos los demás en general, activando un largo festival interpretativo donde la poesia extrema de cada palabra o gesto accede a todos nuestros sentidos (conocidos y por conocer).

David Lynch fue (es) pintor, escultor, músico, fotógrafo antes que cineasta y se nota siempre. Logra una estupenda atmósfera de misterios, razones entre sinrazones, corduras entre locuras, habitaciones como paisajes de la mente oscura, y paisajes imposibles en habitaciones (otra mención aparte a las habitaciones, muebles, lámparas...) con personajes imposibles, personas no-personajes, despertares cruzando sueños, miedos y anhelos en busca de una ayuda, diáologos entre la vida y la muerte, luz y oscuridad, calor y frío, corazón y estómago, pregusntas, cientos de preguntas en las atmósferas creadas y una respuesta que quizás no existe ni existirá.

Creación pura y dura. Gracias.